COMUNIÓN Y LIBERACIÓN: ORGANIZA UN DIÁLOGO DE CARA A LAS ELECCIONES GENERALES

Comunión y Liberación celebrará el próximo martes 27 de junio una mesa de diálogo a raíz del documento que ha publicado de cara a las elecciones generales del próximo 23 de julio, titulado “Una ocasión para recuperar el sentido de la política”.

En este diálogo participarán Juan Fernández Miranda, adjunto al director del diario ABC, el escritor David Jiménez Torres y la periodista Cristina López Schlichting, moderados por Javier Gavilanes.

“La política no es portadora del sentido de la vida, ni da la felicidad, ni salva al mundo, pero acerca o aleja la justicia, promueve o dificulta la libertad. Todo ello nos provoca a realizar un juicio, especialmente ahora que llega esta convocatoria electoral. No hacerlo significaría incurrir en la reducción de una «Iglesia sin mundo», frente a la que nos advertía Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación”, afirma el documento sobre el que se debatirá el martes, al que puedes acceder en la invitación adjunta.

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COMUNIÓN Y LIBERACIÓN: PRESENTA EN MADRID “LA PROFECíA POR LA PAZ”

Comunión y Liberación presenta en Madrid su manifiesto por la paz con el nuncio apostólico de España

El próximo jueves 9 de febrero, Comunión y Liberación presentará en Madrid el manifiesto “La guerra en Ucrania y la profecía por la paz”, en un acto que contará con la participación del nuncio apostólico en España, monseñor Bernardito Cleopas Auza; Eugenio Nasarre, vicepresidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo; y Javier Restán, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco de Vitoria. Será en una mesa redonda moderada por la periodista Cristina López Schlichting en la Fundación Pablo VI.

Este acto se enmarca en una serie de encuentros que están teniendo lugar en países de todo el mundo, como Italia, Chile, Brasil o Alemania entre otros, coincidiendo con el primer aniversario de la guerra en Ucrania y como respuesta a la invitación que el papa Francisco dirigió a Comunión y Liberación en la audiencia que concedió a este movimiento eclesial el pasado 15 de octubre, coincidiendo con el centenario del nacimiento de su fundador, el Siervo de Dios monseñor Luigi Giussani. Al finalizar dicha audiencia, el Santo Padre se dirigió al pueblo de CL congregado en la plaza de San Pedro con estas palabras: «Quisiera pediros una ayuda concreta para hoy, para este tiempo. Os invito a acompañarme en la profecía por la paz –¡Cristo, Señor de la paz! El mundo cada vez más violento y guerrero me asusta realmente, lo digo de verdad: me asusta–. (…) Que arda en vuestros corazones esta santa inquietud profética y misionera. No os quedéis parados».

El encuentro tendrá lugar el jueves 9 de febrero a las 19:30 horas en el auditorio de la Fundación Pablo VI (Paseo de Juan XXIII, 3 – Madrid).

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COMUNIÓN Y LIBERACIÓN: CENTENARIO LUIGI GIUSSANI

NOTA DE PRENSA

Massimo Camisasca, obispo emérito de Reggio Emilia, presenta en Madrid la biografía intelectual que escribió sobre Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación

El próximo viernes 9 de diciembre a las 19.30 horas se presentará en Madrid la biografía espiritual del Siervo de Dios monseñor Luigi Giussani, fundador del movimiento eclesial Comunión y Liberación, del que este año se celebra el centenario de su nacimiento. Junto a monseñor Massimo Camisasca, autor del libro titulado Don Giussani. Su experiencia del hombre y de Dios, estará el historiador Ignacio Uría.

Cuándo: Viernes 9 de diciembre, a las 19.30 h

Dónde: Espacio Pablo VI (Paseo de Juan XXIII, 3. Madrid)

COMUNICACIÓN Y LIBERACIÓN: “UN BRILLO EN LOS OJOS”, LIBRO DE JULIÁN CARRÓN

Queridos amigos:

 

Os anunciamos la publicación de “Un brillo en los ojos. ¿Qué nos arranca de la nada?”, el nuevo libro de Julián Carrón, disponible gratuitamente online en formato pdf y epub, que saldrá a la venta en papel el próximo mes de septiembre.
El libro nace del trabajo que el autor comenzó a propósito de los Ejercicios espirituales de Comunión y Liberación, previstos para el pasado mes de abril, que a causa de la pandemia tuvieron que suspenderse. Julián Carrón revisó el material realizado y lo ha adaptado al hilo de todo lo que ha sucedido estos meses, un trabajo cuyo fruto son estas 160 páginas disponibles gratuitamente para el lector de habla hispana.

 

Espero que sea de vuestro interés.

 

Un saludo y feliz verano.

 

Yolanda Menéndez
Oficina de Prensa de CL España

COMUNIÓN Y LIBERACIÓN: Entrevista a Julián Carrón en L’Osservatore Romano

LA FUERZA «DESEQUILIBRADA» DEL CRISTIANISMO

Julián Carrón
La crisis de la sociedad y el papel de lglesia. «El hombre necesita ser abrazado en toda la “densidad de su humanidad”». L’Osservatore Romano entrevista al presidente de la Fraternidad de CLAndrea Monda

Con Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, se amplía a toda Europa la reflexión sobre la crisis de la sociedad actual y sobre el papel de la Iglesia que, desde hace algunas semanas, llevamos a cabo desde estas páginas.

Giuseppe De Rita, reflexionando en estas páginas sobre la crisis actual de la sociedad italiana y europea, hacía referencia al pasado y decía que en la Edad Media el buen gobierno de una comunidad se apoyaba sobre dos autoridades: la civil, que garantizaba la seguridad, y la espiritual, que ofrecía a los ciudadanos el sentido de la existencia. Estas dos autoridades no pueden concentrarse en una sola persona, y sin embargo, en Europa se tiende con frecuencia a la concentración del poder. En este contexto, ¿cuál puede ser el papel de la Iglesia, y por tanto su responsabilidad?
En realidad, ambos aspectos están muy ligados entre ellos. En el ánimo de mucha gente se percibe la sombra de un gran miedo, de una profunda inseguridad. Pero, ¿de qué se trata? ¿Cómo hacer frente a ello? Si las personas no encuentran una respuesta radical al miedo, este acaba dominando y produce reacciones deslavazadas. Sin embargo, resulta evidente que la política no es, no puede ser capaz de responder al ansia de seguridad, al desconcierto que el hombre tiene en su interior. Entonces sale a la luz la verdadera cuestión. La sociedad –con todas sus instituciones, los partidos, los sindicatos, las escuelas de cualquier orden y nivel, y sus realidades vivas, las comunidades, la Iglesia– tiene ante sí un desafío: ¿quién responde a esta necesidad de seguridad que aparece a la vez que el miedo? No se puede responder a esta necesidad confiando la solución a muros, sean del tipo que sean. Cuando se propagan las actitudes más hostiles, en la línea del homo homini lupus, cuando cualquier persona o cosa se convierte en un enemigo potencial, la respuesta nunca se puede reducir a una cuestión de «policías» o «muros».

El miedo parece ser el sentimiento más difundido hoy en día cuando, paradójicamente, la sociedad nunca ha sido tan segura como ahora. ¿Cómo se explica esto?
Se explica porque la cuestión del miedo está totalmente enraizada en la cuestión del sentido. La respuesta a la inseguridad no puede ser únicamente social, sino que debe ser respuesta a la exigencia de sentido, porque nunca se puede reducir al hombre a sus aspectos materiales. La seguridad material no es una respuesta suficiente ante la confusión última del yo. Lo demuestra precisamente el hecho al que usted ha hecho referencia: las sociedades occidentales nunca han sido tan seguras y saludables y nunca han estado tan en paz como hoy, y sin embargo ha crecido el sentimiento de inseguridad, de miedo. Lo único que vence el miedo del hombre es una presencia. Lo vemos en la experiencia elemental del niño. La única respuesta a su miedo es la presencia de su madre, que él reclama con todas sus fuerzas; no busca otra cosa, porque nada sería capaz de responder. El problema es, por tanto, más profundo. Hace algunos días, presentando un libro en París, cité al escritor Houellebecq, que es considerado casi como un símbolo del nihilismo. Pero en el fondo de este aparente nihilismo se manifiesta una exigencia de significado impresionante e insuprimible. Escribe este autor en una carta dirigia a Bernard-Henry Lèvi: «Tuve cada vez más a menudo –me es penoso confesarlo– el deseo de gustar. Un poco de reflexión me convencía cada vez, por supuesto, de que este sueño era absurdo; la vida es limitada y el perdón imposible. Pero la reflexión era inútil, el deseo persistía; y debo confesar que persiste hasta la fecha». El deseo es más radical que la reflexión sobre él. La reflexión sobre lo absurdo de desear ser amado, de buscar una respuesta a la sed, debe ceder el paso al deseo que persiste. Es decir, lo que tenemos ante nosotros, aquello con lo que nos medimos, es el problema del deseo –el deseo de ser amados, de que nuestra vida se cumpla– que, al no encontrar respuesta, se manifiesta en el miedo, en la rabia, en la violencia, en el intento de levantar muros. Pero en el fondo hay algo que se escapa, que es la naturaleza del hombre que, incluso en esta situación de nihilismo, de confusión, de desconcierto, sigue siendo irreductible. Y es precisamente en este nivel donde nos sentimos interpelados.

¿Puede la Iglesia intervenir a este nivel?
Creo que la Iglesia, los cristianos, tienen una tarea única a este respecto. De hecho, la cuestión es: ¿quién salva el deseo? ¿Qué tipo de mirada tenemos que recibir para que este no se vea reducido? En el mundo clásico, se percibía con terror la desmesura del deseo, se consideraba una hybris peligrosa. Por ello había que poner límites, reducir esa desmesura, reconducirla dentro de los cauces de la mesura. Después llegó el cristianismo. En el Evangelio se documenta la presencia de alguien que se mantiene en pie ante el deseo del hombre. Jesús se dirige precisamente a este deseo, es capaz de mirar el deseo a la cara desvelando toda su magnitud. Por ello pregunta: «¿De qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?» (Mt 16,26). Muchas veces interpretamos esta pregunta en sentido moralista y no como expresión última de la naturaleza del hombre, de su deseo, de esa sed de la que habla Jesús a la samaritana, del hambre y la sed de las Bienaventuranzas. Jesús habría podido mirar muchas otras cosas de aquella mujer en situación «irregular», con sus cinco maridos, y sin embargo mira directamente a su sed; él sabe que solo si le propone algo capaz de responder a su sed de felicidad, esa mujer podrá dejar de buscar el cumplimiento de su vida en otros sitios, en cosas que no pueden dárselo. Pero no se trata solamente de una cuestión personal, sino que es una cuestión social. Houellebecq pone de manifiesto precisamente esta relevancia pública, social, cultural y política del problema, porque si el hombre no encuentra una respuesta adecuada a la naturaleza de su deseo, en el fondo siempre estará a disgusto, buscará soluciones insuficientes y acabará siendo víctima del miedo o de la violencia. El cristianismo puede estar en pie ante este deseo, como recuerda Agustín: «Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti», es decir, hasta que encuentre una presencia proporcionada a la profundidad del deseo. Cada vez que el cristianismo entra en crisis vuelve a brotar ese espíritu pagano que quiere encorsetar el deseo, reducirlo, «reconducirlo dentro de los límites de seguridad», como dice a su modo Todorov, porque de nuevo se vuelve peligroso. Bergman, al final de la película Fanny y Alexander, hace decir a uno de sus personajes: «No estamos preparados, pertrechados para ciertas indagaciones. Lo mejor es mandar al infierno los grandes escenarios. Viviremos en lo pequeño, en nuestro pequeño mundo. Y nos conformaremos con él», manteniéndonos dentro de nuestros límites. Esta es la «sabiduría» mundana que, sin embargo, no puede eliminar la sed inextinguible de significado que arde en el corazón del hombre.

El pasado 9 de mayo, hablando a la diócesis de Roma, el Papa definía las Bienaventuranzas como «el Premio Nobel del desequilibrio», invitando al cristiano a «mantener el desequilibrio», a conservar ese desequilibrio; de lo contrario, construiríamos una hermosa armonía griega que, sin embargo, disminuye lo humano. ¿No es acaso este el riesgo de Europa, que quizá hasta ahora se ha concentrado en fijar los límites burocráticos, tratando de gestionar la seguridad, pero sin ofrecer una respuesta a esa sed siempre excedente que, sin embargo, es lo humano?
Este es precisamente el meollo. Todos los intentos, por muy buenos que sean, están destinados al fracaso si no responden a esta sed. Europa ha hecho un esfuerzo enorme por responder a muchas necesidades. Ningún país por sí mismo habría podido llegar al grado de desarrollo al que hemos llegado. Pero al mismo tiempo, el descontento y el malestar aumentan. ¿Cómo es posible? El problema nace de no haber comprendido cuál es la naturaleza de la «enfermedad». Siempre me ha asombrado la genialidad de Leopardi a la hora de captarla: «Todo es poco y pequeño para la capacidad del propio ánimo». Para muchas personas esto es algo negativo, como una desgracia, mientras que constituye la diferencia y la grandeza del hombre. Si perdemos la conciencia de esta diferencia, de la infinitud de nuestro deseo, no comprenderemos nada de lo que sucede. Si Europa no se da cuenta de esto, no podrá evitar ofrecer respuestas penúltimas con la pretensión de que sean suficiente. Entendámonos: por una parte Europa, en cuanto que realidad político-económica, no debe responder a la exigencia última, porque no es su finalidad; pero por otra parte debe reconocer cuál es la naturaleza del problema y dejar el espacio para la respuesta. Europa existe en cuanto que crea y garantiza ese espacio de libertad en el que se pueden encontrar las distintas respuestas de sentido. Porque –creo que parece algo definitivamente adquirido después del Concilio– no existe posibilidad de acceder a la verdad más que a través de la libertad. Solo si Europa sigue siendo cada vez más ese espacio de libertad podremos compartir la riqueza que uno y otro hayan encontrado en la vida y podremos ofrecerla como respuesta a las exigencias y a los desafíos que tenemos ante nosotros. Se trata de un espacio en el que se salvaguarde ante todo la posibilidad de reconocer ese algo más que constituye al hombre, que nos hace a todos seres humanos, aun siendo distintos y únicos en nuestra propia complejidad. Esta es la gran contribución que pueden ofrecer el cristianismo y la dimensión de la fe.

Sin embargo, parece que del malestar y el descontento se pasa con frecuencia al rencor y a las reacciones emotivas que derivan de él, como parece reflejar el soberanismo. Si Europa no corresponde a mis expectativas me encierro en mi pequeño espacio individual o nacional en donde soy soberano. Más que una respuesta, esto parece una reacción casi automática.
Es una reacción que pone de manifiesto una carencia. De hecho, cuando alguien está contento, no experimenta rencor, no «reacciona». La reacción tiene como punto de partida una exigencia que no ha encontrado todavía respuesta y que a menudo no ha aflorado completamente en la conciencia. En mi opinión, esta es la gran ocasión del cristianismo. El nihilismo que vemos en muchos fenómenos de la vida social, cultural y literaria revela la existencia de una pregunta abierta e inquietante sobre la propia vida que documenta la irreductibilidad de lo humano. ¿Quién puede responder a ella? La Iglesia se ve interpelada, encuentra aquí su tarea. Debido a lo que hemos recibido y recibimos por gracia, los cristianos tenemos una tarea crucial en este contexto. El hombre necesita ser mirado de forma no reducida, necesita ser abrazado en toda la «densidad de su humanidad». Es la forma con la que Jesús mira a Zaqueo, que aparentemente estaba menos necesitado, porque era muy rico: se percata de su verdadera necesidad, que es la de ser mirado sin ser reducido a meros factores materiales y sociales. Zaqueo se siente mirado de un modo que mueve su yo, que lo pone en acción, y acoge a Jesús lleno de alegría. La respuesta a esa necesidad, a veces escondida, a veces no suficientemente consciente, procedía de alguien que no había reducido la humanidad que había en él. Jesús sabe percibir esta necesidad en los pobres que encuentra por el camino, en los enfermos y heridos de su tiempo (Zaqueo es un hombre herido), y lo mismo hace hoy el Papa, que en la relación con cada uno, en la relación con los demás, testimonia en el presente la contemporaneidad de la mirada de Jesús.

El fenómeno de la globalización parece haber traicionado también, en cierto modo, sus promesas: ha debilitado las mediaciones y ha hecho renacer un sentimiento opuesto y excesivo de identidad. La crisis de la mediación y de los cuerpos intermedios ha producido situaciones de soledad, se ha convertido en crisis de la pertenencia en favor de un sentimiento de identidad fuerte pero individualista. También aquí el cristiano puede decir una palabra oportuna.
Una palabra decisiva, porque el cristianismo responde justamente a la soledad, a la soledad del corazón generada por la exigencia insatisfecha e irreductible de significado, exigencia a la que solo una presencia excepcional, la presencia de Cristo en la carne de un encuentro humano, puede responder. Pensemos en el hombre frente a la enfermedad, frente a la muerte. Pues bien, el cristianismo no es solo un discurso, sino una palabra encarnada. El Verbo se ha hecho carne para que cualquier persona pueda experimentar su presencia en la vida y en los lugares en los que la soledad radical surge y explota de forma más aguda, siendo muchas veces eludida. El Verbo se ha hecho carne, presencia, para compartir la vida de cada uno de nosotros sin censurar nada, desde los aspectos elementales, concretos, hasta la soledad más radical. La Iglesia es, por definición, una comunidad, un lugar intermedio que pone en relación al individuo con el significado último, con el Misterio; es la continuación de ese gran intermediario que es Cristo. Cristo pone en relación al Infinito con el hombre histórico concreto. El cristiano «privado» no existe, sino que, por su propia naturaleza, termina generando siempre comunidades, lugares en donde se puede afrontar juntos la soledad completa, la de verdad.

El papa Francisco ha propuesto el tema, más aún, el método, de la sinodalidad. ¿Es el signo de esta generatividad social propia del cristianismo?
Me parece una cuestión fundamental, porque en la vida el camino lo hacemos siempre juntos. La cuestión es cómo cada uno de nosotros, junto a los demás, pone en común la riqueza de la experiencia que vive. Este recorrido que hacemos juntos para encontrar el camino, en el que el hecho de compartir constantemente corrige las cosas que no funcionan, en el que cada uno llega a ser verdaderamente protagonista, puede avanzar si estamos disponibles para volver a empezar, para cambiar, para empezar otra vez desde el principio. La provocación de la realidad está siempre «al acecho» y forma parte del camino humano, que es sostenido por la contribución que ofrecen los últimos, por la ayuda que ofrecen las personas más impensables, que te devuelven lo que tú dabas por descontado. Uno debe estar constantemente atento para dejarse enriquecer por lo que el Misterio hace para responder a las necesidades. La cuestión es si estamos disponibles para reconocer cualquier brizna de verdad, de iniciativa, de inspiración que aparezca en la vida de la Iglesia. Me ha impresionado mucho cómo se subraya en la Christus vivit el deseo de abrazar y estimular cualquier iniciativa. Cuando esto sucede en la Iglesia, se acogen los dones que Dios distribuye desde su total libertad. Entonces todo contribuye al bien de la Iglesia que, como dice el Papa, es poliédrica. La figura del poliedro nos recuerda que la vida no es rígidamente armoniosa, no se puede reducir a esquemas meramente lógicos. Como escribe Benedicto XVI en la Spe salvi, «un progreso acumulativo solo es posible en lo material», pero cuando está de por medio la libertad hay que empezar siempre, porque ella «presupone que en las decisiones fundamentales cada hombre, cada generación, tenga un nuevo inicio». Por eso es difícil hacer previsiones y programaciones. Lo decía muy bien Goethe: «Lo que heredaste de tus padres, vuelve a ganártelo para poseerlo». Lo que nuestros antepasados percibieron como un bien, es decir, unirse después del drama de la Segunda Guerra Mundial –empezando con un gesto concreto como el acuerdo sobre el carbón y el acero–, nos parece algo insignificante ahora que nos hemos desarrollado tanto. Sin embargo, para ellos fue el inicio concretísimo de un camino que ha florecido. Todas las cosas se pueden corregir, pero la cuestión es no poner en peligro las conquistas y los progresos obtenidos a lo largo de muchos años. Se trata de introducir las correcciones necesarias, como en cualquier obra. El ser humano es perfectible, así como cualquier construcción suya.

La voz del Papa es muy escuchada, pero es también una voz aislada en un mundo que parece moverse en direcciones distintas, cuando no opuestas. ¿Ha llegado para los cristianos el momento de ser esas «minorías creativas» de las que hablaba Benedicto XVI?
Al Papa se le reconoce en muchos sitios una originalidad y una autoridad. Y precisamente en el momento en el que parece que está aislado, es cuando se puede reconocer más fácilmente su diferencia. Y esto es signo de que la contribución de los cristianos, que en ciertos momentos puede parecer numéricamente menos consistente, no es por ello menos relevante. Muchas veces hemos vinculado nuestra capacidad de incidir únicamente a los números. Pero la relevancia, la incidencia histórica de una presencia no depende de los números, sino de su diferencia. El Papa lo testimonia: en su aparente impotencia, tiene una capacidad de incidencia infinitamente mayor que cualquier otro poder. Una obra artística no depende de sus dimensiones, depende de la belleza que manifiesta, de la diferencia que lleva consigo y que comunica. Esto es lo que Cristo ha traído: una diferencia, que a nosotros nos suena como una paradoja; que Dios decida salir al encuentro del hombre perdido y que para hacerlo se despoje de su divinidad nos parece absurdo. Es lo contrario de lo que nosotros haríamos. Dios nos «descoloca» constantemente. Pero podemos decir que, despojándose de su divinidad, ¡Cristo ha ofrecido una contribución para cambiar el mundo! Esta es la fuerza «desequilibrada» del cristianismo, de la presencia de los cristianos: allí donde se vive el cristianismo de forma auténtica, genera nueva vida, incluso dentro de su aparente pobreza, de su aparente insignificancia. La Iglesia es la belleza que está dentro del mundo, que hace siempre nuevas todas las cosas. Esta es la gran contribución –precisamente ahora que los números son los que son– que los cristianos están llamados a ofrecer. Para nosotros constituye un nuevo inicio. Pero para la Iglesia es una «vieja historia», como testimonia la Carta a Diogneto, que documenta cuál era el verdadero testimonio que los cristianos, en su aparente irrelevancia, daban en los primeros siglos. A ese testimonio estamos llamados también hoy.

 

Más información: https://espanol.clonline.org/noticias/actualidad/2019/06/06/la-fuerza-desequilibrada-del-cristianismo

COMUNIÓN Y LIBERACIÓN: Presentación del libro “¿Dónde está Dios?” de Julián Carrón

Julián Carrón presenta en Barcelona su último libro, “¿Dónde está Dios?”, con Gregorio Luri y Mª Victòria Molins

 

  • Será el próximo jueves 30 de mayo a las 20h en el Ateneu Barcelonès

 

¿Todavía se puede encontrar a Dios en una “sociedad líquida”? ¿La sociedad plural y relativista es el enemigo a combatir construyendo barreras y muros, o puede ser una ocasión para anunciar el Evangelio de un modo nuevo? ¿Tiene algún interés hablar de Dios hoy? Estas y otras preguntas forman el eje del libro-entrevista publicado por Ediciones Encuentro bajo el título “¿Dónde está Dios?”, donde el sacerdote español Julián Carrón, que guía desde hace catorce años el movimiento eclesial de Comunión y Liberación, responde a las preguntas del conocido vaticanista Andrea Tornielli, actualmente director editorial del Dicasterio para la Comunicación. Una entrevista que servirá como punto de partida para el diálogo público que el próximo jueves 30 de octubre protagonizará Carrón con el filósofo Gregorio Luri y la escritora teresiana Mª Victòria Molins.

JULIÁN CARRÓN es presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación desde el 19 de marzo de 2005, elegido por voluntad expresa del fundador entonces recién fallecido, el sacerdote italiano Luigi Giussani. La Fraternidad de CL es una asociación laica de derecho pontificio de la que forman parte 67.000 personas en todo el mundo.

 

GREGORIO LURI es profesor de filosofía. Fue Premio Extraordinario de Licenciatura en Ciencias de la Educación y Premio de Doctorado en Filosofía, y ha trabajado como maestro de primaria, profesor de bachillerato y también ha dado clase en la universidad. Ha publicado varios textos de política, filosofía y pedagogía. En 2017 recibió el Premio MEP (Mejora tu Escuela Pública).

Mª VICTÒRIA MOLINS es religiosa de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Después de un viaje a Nicaragua en 1981, decidió dedicar su vida a acompañar a personas en situación de exclusión social en el barrio del Raval en Barcelona. Escritora, en 2015 fue investida doctora honoris causa en la Universidad Ramón Llull. Galardonada con el Premio Internacional Alfonso Comí por su compromiso social.

Presentación del libro “¿Dónde está Dios?”

Fecha: Jueves 30 de mayo de 2019

Hora: 20.00 h

Lugar: Ateneu Barcelonès – Sala Oriol Bohigas (Canuda, 6 – Barcelona)

Más información:

Oficina de Prensa de Comunión y Liberación

Yolanda Menéndez: 686 421 421

COMUNIÓN Y LIBERACIÓN: Eucaristía por Monseñor Luigi Giussani

Eucaristía Comunión y Liberación
El cardenal Carlos Osoro preside este sábado en Madrid una misa en memoria del fundador de Comunión y Liberación, Luigi Giussani
 
«Para que, al participar con agradecimiento y fidelidad en la historia particular generada hoy por el carisma de don Giussani, crezca en cada uno de nosotros la inteligencia de la fe, la certeza de la esperanza y el ardor de la caridad, sirviendo incansablemente a la Iglesia y a nuestros hermanos los hombres». Esta es la intención con la que se celebrarán, por todo el mundo, las misas por el 14º aniversario de la muerte del Siervo de Dios don Luigi Giussani (22 de febrero de 2005) y el 37º del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación (11 de febrero de 1982).
En Madrid la misa será celebrada por monseñor Carlos Osoro Sierra, cardenal arzobispo de Madrid, este sábado 23 de febrero a las 19.45h en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora (Av. Ramón y Cajal, 58). Otras obispos españoles que celebrarán misas por don Giussani en sus respectivas diócesis son Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona y Tudela; Casimiro López Llorente, obispo de Segorbe-Castellón; Ginés García Beltrán, obispo de Getafe; Juan Antonio ReigPlá, obispo de Alcalá de Henares; Demetrio Fernández, obispo de Córdoba; Romà Casanova, obispo de Vic; Bernardo Álvarez, obispo de San Cristóbal de la Laguna; Josep Àngel Saiz Meneses, obispo de Terrassa; y Sergi Gordo Rodríguez, obispo auxiliar de Barcelona.
Fuera de España, destacan algunas celebraciones como la de monseñor Mario Delpini en Milán;dom Roberto Dotta en Roma; el cardenal GualtieroBassetti en Perugia; monseñor MatteoZuppi en Bolonia, el nuncio Christophe Pierre en Nueva York; monseñor Paolo Pezzi en Moscú; o monseñor IlarioAntoniazzi en Túnez.
Oficina de Prensa de CL España
Yolanda Menéndez: 686 421 421

COMUNIÓN Y LIBERACIÓN: Presentación libro "El abrazo. Hacia una cultura del encuentro"

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Julián Carrón y Mikel Azurmendi presentan en Madrid el libro “El abrazo. Hacia una cultura del encuentro”
El presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, Julián Carrón, participará el próximo jueves 15 de noviembre en la presentación del último libro del antropólogo Mikel Azurmendi, titulado El abrazo. Hacia una cultura del encuentro. El propio autor ha afirmado que este libro es una especie de investigación sociológico-antropológica que puso en marcha al conocer a varias personas del movimiento eclesial Comunión y Liberación, y narra el impacto que le supuso conocer de manera “encarnada” un cristianismo muy distinto del que él había conocido a lo largo de su vida.
«Adentrarme entre ellos y, según los iba entendiendo, encontrarlos envidiables: ese ha sido el viaje que este libro adopta como hilo narrativo. O sea, hay un yo que cuenta lo que va viendo de sorpresivo en tan mirífica gente, pero es el ellos el argumento narrativo. Ellos, los miembros de la fraternidad cristiana Comunión y Liberación. Ellos, gente de hoy muy anclada en las costumbres de los de aquí, pero con valores de hace dos mil años», afirma el autor en sus “Advertencias” del prólogo.
A modo de itinerario descriptivo, Azurmendi desgrana al detalle encuentros y conversaciones de los que él empieza siendo testigo y, a medida que avanza el relato, también a veces protagonista, sin ahorrarse mostrar sus perplejidades y preguntas. El libro es fruto de dos años de investigación visitando lugares, situaciones y obras que han nacido del carisma de CL, como las jornadas culturales de EncuentroMadrid, los campamentos con bachilleres en Picos de Europa, las propuestas de vacaciones para familias en Masella, colegios y casas de acogida en Madrid y Barcelona, o la acción caritativa, por ejemplo en uno de los principales mercados de la droga a las afueras de Madrid.
También incluye en el libro su encuentro con Julián Carrón, al que conoció al ser invitado a presentar el libro La belleza desarmada. Esta vez volverán a reunirse pero el motivo de su encuentro será esta vez el libro de Azurmendi. Un encuentro en el que también participará Joseba Arregi, sociólogo vasco y analista político. Será el próximo jueves 15 de noviembre a las 19.30h en el auditorio de la Fundación Pablo VI (Paseo Juan XXIII, 3 – Madrid)
 
MIKEL AZURMENDI es licenciado en Filosofía por la Universidad de la Sorbona de París, fue profesor en esa universidad durante sus años de exilio. También es doctor en Filosofía por la Universidad del País Vasco. Fue presidente del Foro Social para la Integración de los inmigrantes; ha trabajado en el Instituto Cervantes de Tánger. Fue el primer portavoz del Foro de Ermua y fundador de ¡Basta Ya! Ha sido Premio Hellman/Hammet en 2000, nominado por Human RightsWatch, y también IV Premio a la Convivencia en 2001, por la Fundación Miguel Ángel Blanco.
JULIÁN CARRÓN es presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación desde el 19 de marzo de 2005, elegido por voluntad expresa del fundador entonces recién fallecido, el sacerdote italiano Luigi Giussani. Nació en 1950 en Navaconcejo (Cáceres), estudió en el Seminario Conciliar de Madrid, fue ordenado sacerdote en 1975 y al año siguiente se graduó en Teología, con la especialización Sagrada Escritura. En 1984 obtuvo el doctorado en Teología. Desde 2004 da clase de Introducción a la Teología en la Universidad Católica del Sacro Cuore en Milán.