Por José Alberto Rugeles (miembro de la Comisión Permanente del Foro de Laicos)
1.- ¿Qué balance hace de sus años como presidenta del Foro de Laicos?
Creo que puedo decir con verdad que el balance es muy positivo. No tanto por las cosas que hemos hecho, cuanto por las posibilidades que entre todos hemos desarrollado para abrirnos a los modos de vivir el Evangelio de otros grupos, de otras comunidades, de otras expresiones de vida asociativa en la Iglesia.
Al principio sentía que construir comunión era una finalidad que se quedaba pequeña; me parecía que teníamos que hacer cosas. Poco a poco, fui comprendiendo que avanzar en comunión no es algo que se hace a fuerza de brazos, que diría Santa Teresa, sino que es una experiencia en la que se conjuga acción y pasividad, impulso y receptividad. No se trataba de derribar muros, no los hubo nunca, se trataba más bien de hacer visibles los linderos comunes, los caminos que comunicaban a unos con otros. Se trataba de conocernos o de reconocernos, de valorarnos, de apreciarnos, de abrirnos a colaborar, de poner rostros amables a las siglas de los movimientos.
Hoy creo que en estos años hemos realizado un proceso en el que nos hemos ayudado de metodologías sencillas. Hemos compartido, con gran sencillez y verdad, cómo cada uno hace realidad algunas directrices centrales de la Iglesia en este tiempo. Eso nos ha llevado a tomar conciencia de que ninguno es absolutamente único y a la vez a valorar lo propio de cada cual. Yo misma, cada vez que participaba en algún acto y saludaba, procuraba hacerlo recordando valorativamente lo vivido con el último grupo con el que había celebrado algún encuentro. Eso, tan sencillo, daba pie a que otras personas se animaran a conocer mejor a aquel grupo, a veces desconocido para los integrantes del movimiento o de la asociación con quien había compartido mi valoración.
Como presidenta del FORO de laicos de España he participado de encuentros con otros presidentes de Foros de otros países miembros del Foro de Laicos de Europa, así como de asambleas cada dos años en diferentes lugares de Europa. Ha sido una experiencia excepcional para acercarme a la realidad de la Iglesia católica de más de veinte países europeos. Agradezco profundamente estas experiencias y también el que gracias a ellas estoy desde hace dos años formando parte del comité directivo de ese FORO europeo de laicos.
También como presidenta del FORO de laicos he participado anualmente en las Jornadas convocadas por el presidente de la CEAS, en las que de modo habitual nos hemos encontrado con delegados episcopales de apostolado seglar y con los presidentes de las asociaciones de laicos de España, la mayoría de las cuales son miembros del FORO de Laicos. Allí nos encontrábamos en un contexto eclesial más amplio, con presencia de algunos obispos miembros de la CEAS. Todo ello, enriquecedor para todos.
Me siento muy agradecida por haber podido realizar este servicio. A la vez que reconozco muchos límites a lo hecho.
2.- ¿Qué retos tiene hoy el laicado español y que carencias destacaría?
Me aproximaré con modestia a esta pregunta. El laicado español en su mayoría vive su pertenencia a la Iglesia participando en la vida de las parroquias sin haberse sentido invitado a unirse a grupos o comunidades, sin asociarse o vincularse a movimientos específicos en los que se cultiva una espiritualidad y realizan la misión encargada por Jesús a la Iglesia desde una perspectiva concreta. El Foro de Laicos representa precisamente la dimensión complementaria de la que acabo de mencionar, aunque no al 100%, pues hay realidades eclesiales que incluyen colectivos de laicos y que no se han integrado en el Foro. Uno de los desafíos, a mi juicio, es precisamente la colaboración mutua en la construcción de la Iglesia y en el servicio a la sociedad de la que ambos forman parte. Hay mucho que hacer en este sentido, en particular en el acompañamiento de niños y de jóvenes.
Subrayaría también un reto, que considero fundamental en el caso de nuestro país: aprender a formar parte de una Iglesia que no es hegemónica, aunque numéricamente sea mayoritaria, y que tiene que ofrecer la Buena Noticia de la que es depositaria, de manera nueva. Y esto en dos dimensiones. Por una parte, en la vida cotidiana. Necesitamos mostrar que hemos experimentado el perdón y la misericordia, reflejando la alegría en un rostro esperanzado, aunque sufriente en muchos tramos del camino. Haciendo de la caridad, del compartir, de la solidaridad, de la ternura, nuestro estilo de relación. Y, por otra, articulando un discurso público que colabore al impulso de lo que construya condiciones de vida digna para los más vulnerables y condiciones también para vivir la libertad en igualdad respetuosa.
Otro de los retos, si ese término es el adecuado, considero que es una mayor cercanía entre los obispos y las realidades laicales, en particular ante la posibilidad de encontrarlas articuladas en el FORO. Una cercanía que podría redundar en solicitar pareceres, en escuchar cercanamente preocupaciones y modos de buscar modalidades nuevas para hacer cercana la fe a las gentes.
Entre las carencias, por importante, destaco la formación. En el caso del laicado asociado me consta los esfuerzos que se vienen haciendo por las distintas organizaciones y también me consta que en las diócesis hay planes de formación que se renuevan periódicamente por parte de las delegaciones de apostolado seglar. Sin embargo, tengo la impresión de que un gran número de católicos laicos carecen no solo de la formación bíblica, litúrgica o teológica a la altura de las formulaciones actuales, sino que los contenidos de lo que llamamos Doctrina Social de la Iglesia y que facilita la comprensión de cómo inculturar la fe y actuar en la vida pública, son poco conocidos.
El magisterio del Papa Francisco está acercando los contenidos de la vida cristiana a la gente y ha generado una corriente de fuerte motivación para considerar asequible las concreciones del Evangelio y de la tradición de la Iglesia. Está teniendo el gran acierto de comunicar con palabras y con gestos el núcleo del Mensaje de modo que todos lo vemos como algo relevante para la vida personal y social, para acceder a la paz del corazón y construir la paz en el mundo. Se ha abierto un camino de evangelización de nuestras sociedades plurales que tiene que ver con la transparencia de la vida, con la densidad espiritual de cada persona, con la sencillez para comunicar los modos de encuentro con Jesucristo que nos han sucedido y que han cambiado nuestra forma de relacionarnos y de vivir.
3.- ¿Qué le ha sido más satisfactorio en su servicio prestado al Foro de Laicos?
y ¿qué le queda pendiente por hacer?
Empiezo por el final. Pendiente por hacer no me queda nada porque ya me voy. Cuando ejercía como profesora, me gustaba ayudar a comprender a los alumnos la importancia de terminar los trabajos planteando las cuestiones que, después de la profundización hecha, quedaban abiertas. Eran cuestiones nuevas que solo el esfuerzo del trabajo realizado posibilitaba formular, o al menos con las palabras y el enfoque que emergía a raíz de lo logrado. En este caso, creo que hay algo de eso y que en parte lo he mencionado en la respuesta anterior.
En estos ocho años ha habido tiempo para todo, tiempo para aprender, para recibir, para dar, para admirar, para mediar. Lo más satisfactorio, si puedo hablar así, ha sido, sin duda, haber tenido la oportunidad de participar en actos y celebraciones de los diferentes movimientos y asociaciones que integran el FORO. He podido admirar cómo el seguimiento del Señor transforma la vida de personas muy diferentes en contextos sumamente variados. He podido comprobar también cómo personas de orígenes culturales nada próximos, se reconocen viviendo la experiencia de una hermandad alegre y de servicios admirables. He constatado cómo carismas distintos producen frutos de fe y de caridad muy similares, pero realizados por personas configuradas por espiritualidades con matices propios que permiten reconocer la gran riqueza de tonalidades humanas que acentúa el Espíritu del Señor en cada grupo. Y, todo eso, siempre poniendo nombre a personas, descubriendo nuevos rostros y reconociendo la cercanía de una mano tendida o de un abrazo entrañable. La Iglesia es la casa común donde la comunión genera una vida increíble, una vida que se nos regala para compartirla.
4.- ¿Funciona la Comisión Permanente del Foro como organismo colegiado y plural?, ¿se ha sentido apoyada por sus integrantes en su trabajo?
La Comisión Permanente está integrada por personas elegidas en la Asamblea del Foro de laicos a propuesta de sus respectivas asociaciones o movimientos. La integramos diez personas, de las que la mitad se renueva cada dos años. Contamos con el acompañamiento cercano del consiliario, que en este caso es D. Antonio Cartagena, director del Secretariado de la CEAS, al que estoy profundamente agradecida por su cercanía a la vez que por el enorme respeto que siempre ha mostrado hacia el ejercicio de mi responsabilidad como presidenta.
El trabajo ordinario de la Comisión es un trabajo en equipo. Estudiamos las cuestiones y deliberamos lo que es objeto de decisión. En algunos casos, votamos, pero de ordinario no es necesario porque trabajamos hasta llegar a una propuesta en la que todos estamos de acuerdo. Nos hemos autoimpuesto una regla: cuando elaboramos un texto para una declaración pública, solo va adelante si hay unanimidad. Nos ha parecido que es un gesto de comunión necesario para la validez no de lo que decimos, sino del significado del gesto que queremos realizar, dado que la finalidad el Foro es generar comunión entre sus miembros, en el seno de la Iglesia y consiguientemente ser signo de comunión en la sociedad.
5.- ¿Qué le sugeriría a los movimientos y asociaciones de apostolado seglar de España ante retos como la inmigración, el paro, la laicizaciòn agresiva y una cierta cultura de indiferentismo y de relativismo moral?
De un modo u otro he dicho ya algunas cosas al respecto. Nuestra cultura está expresando el malestar de un tiempo de profundo cambio marcado por una globalización que entre nosotros se expresa con los rostros que la pregunta nombra con precisión.
El drama humano de nuestro tiempo tiene rostro en los inmigrantes, en los parados, en la desorientación de los jóvenes, en la dureza de los fundamentalismos, en el vacío existencial de quienes han perdido la fuerza interior para escuchar los interrogantes de su propio corazón. Considero que el Papa Francisco nos está ofreciendo en expresiones creíbles unos modos de vivir el Evangelio que todos los movimientos y asociaciones hemos de saber acoger y discernir en nuestras realidades concretas, según los propios carismas.
Me parece especialmente importante ofrecer a los jóvenes no solo alimento para sus sentimientos y ganas de servir en acciones de voluntariado. Todo ello fundamental, pero tenemos que ser capaces de ofrecer argumentos que sean sensibles a la verdad, es decir, acompañarles en una formación que muestre la verdad de la fe y su relación con otras dimensiones de la cultura y del saber, en particular con los frutos de la ciencia y de la tecnología. Y esto se hace mejor en contextos donde hay comunidad, donde pueden transmitirse saberes, razones y buen hacer profesional entre las personas que rezan juntas y comparten la experiencia de la fe.
Muchas gracias por haberme posibilitado expresar estas cosas.
Camino Cañón Loyes.