Emergencia Haití

Comunicado del SIF (Servicio Información Focolares): Se desencadena en todo el Movimiento la solidaridad hacia Haití, devastado por un fuerte seismo.


Seguimos con ansiedad las noticias sobre el terremoto que ha devastado Haití, el país más pobre del continente americano, y reducido la capital Puerto Príncipe a un cúmulo de ruinas. En todo el Movimiento se ha desencadenado una vasta acción de solidaridad para contribuir a esta grave emergencia y, en cuanto sea posible, a su reconstrucción.
Mientras tanto, podemos confortar a las personas que sostienen el proyecto de “Solidaridad a distancia”, informándoles que los niños integrados en el programa educativo que se lleva adelante en el nordeste de Haití, en Mont Organisé, están bien. “Todos están a salvo, se ha advertido alguna sacudida, pero sin ningún daño. Pero todos tienen parientes en Puerto Príncipe, y de ellos ha sido imposible tener noticias”. Son las noticias proporcionadas por la comunidad del Movimiento de los Focolares en Haití, nacida y desarrollada hace casi treinta años, gracias a la estrecha relación con el Movimiento en Canadá, y también por el apoyo económico a distancia y otras iniciativas.
Aquel que desee participar en esta acción de solidaridad, puede enviar su donativo (*) a:

Fundación Igino Giordani
Cuenta corriente: La Caixa – 2100 5615 79 0200056937
Concepto: Solidaridad con Haití
C/ Poniente, 28 (Las Matas) – 28290 Las Rozas (Madrid)
Email: info@fundaciongiordani.org – Web: www.fundaciongiordani.org

Asociación “Acciones de Familias Nuevas”
Cuenta corriente: La Caixa – 2100 1748 94 0200131988
Concepto: Solidaridad con Haití
C/ Espino, 2 (Urb. Los Peñascales) – 28250 Torrelodones (Madrid)
Email: secretaria@familiasnuevas.org – Web: www.familiasnuevas.org

(*) Nota: Los donativos pueden ser deducibles en la declaración de la renta, previa solicitud del correspondiente certificado.

Comunicado de Comunión y Liberación sobre la Encíclica “Caritas in Veritate”

Agradecemos al Santo Padre que en su encíclica social haya vuelto a insistir en que la contribución propia de los cristianos para la convivencia social y el desarrollo es la originalidad de su fe.
Es decisivo que el Papa, al comienzo de una encíclica dedicada al quehacer humano, nos recuerde a todos una evidencia elemental. Sin tenerla en cuenta cualquier esfuerzo puede llegar a ser violento. “A veces –afirma la encíclica- el hom­bre moderno tiene la errónea convicción de ser el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad. Es una presunción que procede del pecado de los orígenes. La sabiduría de la Iglesia ha invitado siempre a no olvidar la realidad del pecado original, ni siquiera en la interpretación de los fenómenos sociales y en la construcción de la sociedad”. La experiencia enseña, como hemos visto recientemente, que la pretensión de ser autosufi­ciente y de ser “capaz de eliminar por sí mismo el mal de la historia ha inducido al hombre a confundir la felicidad y la salvación con formas inmanentes de bienestar ma­terial y de actuación social”. Por el contrario, la verdad sobre nosotros mismos es, ante todo, “dada”: “la verdad no es producida por nosotros, sino que se encuentra o, mejor aún, se recibe”. Por esta razón el Papa afirma que “la caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona”.
Benedicto XVI nos recuerda algo de lo que nos olvidamos con facilidad: “un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales. De este modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios”.
La Caritas in veritate subraya que la Iglesia “no tiene soluciones técnicas que ofrecer y no pretende de ninguna manera mezclarse en la política”, pero tiene una mi­sión que realizar: anunciar a Cristo como “el primer y principal factor de desarrollo”. Éste es el camino para dar testimonio y nos sentimos desafiados a recorrerlo –dentro de las vicisitudes de la vida-, constatando la importancia de la fe en Cristo, que nos pone en las mejores condiciones posibles para afrontar todos los problemas de tipo económico, financiero, social y político a los que la encíclica se refiere.