Comunicado de Comunión y Liberación sobre la Encíclica “Caritas in Veritate”

Agradecemos al Santo Padre que en su encíclica social haya vuelto a insistir en que la contribución propia de los cristianos para la convivencia social y el desarrollo es la originalidad de su fe.
Es decisivo que el Papa, al comienzo de una encíclica dedicada al quehacer humano, nos recuerde a todos una evidencia elemental. Sin tenerla en cuenta cualquier esfuerzo puede llegar a ser violento. “A veces –afirma la encíclica- el hom­bre moderno tiene la errónea convicción de ser el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad. Es una presunción que procede del pecado de los orígenes. La sabiduría de la Iglesia ha invitado siempre a no olvidar la realidad del pecado original, ni siquiera en la interpretación de los fenómenos sociales y en la construcción de la sociedad”. La experiencia enseña, como hemos visto recientemente, que la pretensión de ser autosufi­ciente y de ser “capaz de eliminar por sí mismo el mal de la historia ha inducido al hombre a confundir la felicidad y la salvación con formas inmanentes de bienestar ma­terial y de actuación social”. Por el contrario, la verdad sobre nosotros mismos es, ante todo, “dada”: “la verdad no es producida por nosotros, sino que se encuentra o, mejor aún, se recibe”. Por esta razón el Papa afirma que “la caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona”.
Benedicto XVI nos recuerda algo de lo que nos olvidamos con facilidad: “un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales. De este modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios”.
La Caritas in veritate subraya que la Iglesia “no tiene soluciones técnicas que ofrecer y no pretende de ninguna manera mezclarse en la política”, pero tiene una mi­sión que realizar: anunciar a Cristo como “el primer y principal factor de desarrollo”. Éste es el camino para dar testimonio y nos sentimos desafiados a recorrerlo –dentro de las vicisitudes de la vida-, constatando la importancia de la fe en Cristo, que nos pone en las mejores condiciones posibles para afrontar todos los problemas de tipo económico, financiero, social y político a los que la encíclica se refiere.

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