El sábado siguiente después de la Pascua, cuando la celebra la Iglesia ortodoxa, la Comisión General de Justicia y Paz realizó un seminario web en el que dialogó sobre la situación del pueblo palestino.
Contamos con la presencia de Mons. Michel Sabbah, natural de Nazaret, que ha vivido en Palestina gran parte de sus 89 años. Su vida y reflexión enriquecen la presencia cristiana en ese lugar del mundo. Una tierra hoy de dos pueblos, que sigue albergando muchas confesiones religiosas. Una tierra desacralizada por ser escenario permanente de guerra.
En la apertura del seminario web nos acompañó José G. Vera, de la Comisión Episcopal de Comunicación Social, que alentó la proyección del documental sobre la vida de Sabbah como una ventana a la situación palestina, al mismo tiempo que compartió la experiencia de sus visitas, como miembro de la Coordinadora de Conferencias Episcopales para la Iglesia en Tierra Santa, transmitiendo la gran labor que realiza la comunidad cristiana, y que necesita de nuestro apoyo, sostenimiento y oración. «Hay gente como el patriarca que nos hace pensar que allí seguirá adelante la vida cristiana como un signo de presencia del pueblo de Dios, de los que seguimos a Jesús, pero también como un encuentro de fraternidad entre los pueblos porque la ayuda que prestan allí los cristianos está fuera del contexto religioso. Está al servicio de la humanidad y de la fraternidad».
Entre el público que compartió este espacio se encontraba la productora del documental, Lily Habash. Cuando pensó en producirlo, su idea fue hacer un homenaje a Sabbah para mantener su legado como primer patriarca latino palestino que dirigió la iglesia católica en Palestina, Jordania y Chipre en 500 años. Quería asegurarse que mucha gente estuviera informada sobre él y se inspirara en su liderazgo. Un sacerdote palestino cuya vocación ha sido la inmersión de la Iglesia en el sufrimiento cotidiano de su pueblo.
Las palabras de Sabbah son claras desde este acompañamiento y vivencia. «Israel está intentando transformar toda Jerusalén en una ciudad judía, aunque somos dos pueblos de unos siete millones de habitantes cada uno, viviendo en la misma tierra. Hoy Israel tiene un Estado pero el pueblo palestino no tiene nada más que el sometimiento a un régimen de ocupación militar, que lo tortura y expulsa de sus casas.
La diferencia con la situación de Ucrania es que Palestina es víctima de la política europea. A nivel mediático no se le da ni el 5% de atención que a la guerra en Ucrania. La política del occidente cristiano, América y Europa, no es una política cristiana sino de intereses. La política norteamericana ha destruido no solo Palestina sino todo Oriente Medio. Destruyó Irak, ahora está destruyendo Siria y en esta destrucción se incluye también a las comunidades cristianas. Otros países musulmanes también se encuentran en la red de intereses norteamericanos y así no son libres, aunque sus pueblos sí apoyan al pueblo palestino ya que hay una distancia entre los pueblos y los gobiernos.
La comunidad internacional ha tomado resoluciones en la ONU para resolver esta situación de violencia, pero no hay nadie, tampoco en Europa, que tenga la valentía o el coraje de implementarlas y así la situación sigue estando en manos de Israel, cuyos dirigentes actuales no quieren la paz, lo que implica esperar a una nueva generación de dirigentes que comprendan la situación y que quieran de verdad la paz.
Algunas iglesias occidentales se interesan más en apoyar a personas concretas con ayuda humanitaria. Sin embargo, la mejor forma de ayudar a la comunidad cristiana en Tierra Santa es trabajando para que haya justicia y paz. Esta tierra no es solamente nuestra patria, nuestro hogar sino que también es el lugar de las raíces de la fe cristiana. Así cada persona cristiana tiene responsabilidad de contribuir a la reconciliación y la paz.
No se pide a las iglesias que apoyen un lado del conflicto porque ello significa aumentar la guerra contra el otro lado. Las iglesias en Europa tienen que comprender que, independientemente de su afiliación, el interés del pueblo judío está ligado al interés del pueblo palestino, porque los dos pueblos están interconectados. Si uno de los dos tiene paz, el otro tendrá paz. Por eso, el deber de las iglesias es mirar a los pueblos judío y palestino para buscar la reconciliación, porque la realidad es que ambos pueblos pueden vivir conjuntamente en paz.
Aunque muchas personas creen que Dios le dio esta tierra al pueblo judío deben saber que Dios es un Dios de amor y no de guerra. Si una parte del pueblo judío quiere cumplir la promesa divina, entonces tiene que hacerlo por los caminos de Dios, con el amor y la justicia, no con tanques y aviones, destruyendo casas y matando gente».
En estos días de Pascua, las otras religiones han sufrido limitación en el acceso a los lugares de culto, ocasionando nuevos enfrentamientos. La ONG ecuménica Sabeel nos pide firmar un llamamiento para la poder realizar los servicios espirituales cristianos de forma libre.
«El ser humano debe ser libre para rezar a su Dios y no necesita un permiso del ejército ni control de la policía». Tampoco existe la libertad e independencia para el pueblo palestino que tiene la determinación y el derecho de seguir viviendo en su país. Esperamos que el pueblo judío practique la libertad de la Pascua en su tierra para todos los pueblos.
Comisión General de Justicia y Paz