Crónica de la XXXIV Asamblea Nacional de la RCCE

La XXXIV Asamblea Nacional de RCCE se celebró durante los días 6, 7 y 8 de julio en el Auditorio del Parque de Atracciones de Madrid, con el lema: “Proclamad la palabra de Dios con valentía” (Hch 4, 31b). Una Asamblea especial porque simultáneamente tuvo lugar, por primera vez, la Asamblea Nacional de Niños en el Colegio del Divino Maestro, muy cercano al Parque de Atracciones, que también fue una bendición.
Se contó con la presencia del P. Alberto Linero, sacerdote eudista y carismático, con un gran don de predicación, como pudimos comprobar. Damos gracias a Dios porque se dejó hacer por Él y fue un instrumento precioso con su enseñanza, pedagogía e inmensa alegría espiritual. Para todos se nos queda en la memoria ese “tú sabes…”, con el que sugería el final de cada intervención, entre broma y seriedad, todo en Dios.
Al inicio de esta crónica, quiero destacar el servicio realizado por nuestro Ministerio Nacional de Alabanza durante los tres días. ¡Qué unción! Una tarea bellísima tanto en el canto, como en las representaciones y en la danza del sábado tarde. ¡Inolvidable! También fue muy acertado intercalar, entre los diversos momentos de celebración y enseñanzas, testimonios de vida de lo que representó la Asamblea Nacional anterior en algunos hermanos, o lo que es la vida en los grupos o en el servicio tras muchos años de trabajo. Me quedo con esta frase de Rosa Cruz en su testimonio: “El servicio es, en realidad, una disculpa para que Dios nos convierta”. Una preciosidad.
mnaAsí, la Asamblea comenzaba el viernes 6 con unas palabras de bienvenida de nuestro Coordinador Nacional, Rodrigo Bello. Es conmovedor ver un Auditorio que se va llenando poco a poco con la presencia y el saludo lleno de afecto y alegría de los hermanos. El Señor quiso estar desde el inicio en el centro de la Asamblea e, igual que el año pasado, se comenzó con la
Adoración. ¡Qué acierto! Y el gesto hermoso de todo el Equipo Nacional marchando tras el Cordero Santo con las lámparas encendidas que representaban a cada una de las Regiones de la RCCE que quedaron al pie del escenario durante toda la Asamblea. Es una gran imagen de cómo hemos de servir: poniendo al Señor, desde el inicio, al frente de su pueblo y nosotros con el corazón encendido ante su Presencia. Así debemos estar siempre.
Tras un descanso y antes de la comida, tuvimos la primera enseñanza del P. Alberto. En sus intervenciones quiso mostrar cuál ha de ser la experiencia previa de un creyente, pensada y vivida, necesaria para “Proclamar la Palabra de Dios con valentía”, desde distintos relatos bíblicos. Nos propuso en este momento un modelo de fe de hombre creyente: Abraham, con dos textos: Gn 12, 1-9 y Hb 11, 8-15. Y como puntos de su reflexión los siguientes: La fe siempre es ser obediente a una llamada (Dios es quién toma la iniciativa); la fe no se detiene frente a los riesgos (Ej. María). El que confía en Él, nunca queda defraudado; la fe establece un orden prioritario de valores. Abraham cambia el orden de valores; la fe es guiada por una visión (entendida esta como un sueño). Tiene que ser algo deseable (ej. del cielo… lo hemos convertido en algo poco deseable); la fe siempre nos lanza hacia el otro, hacia el hermano, y nos hace comprometernos con él. La fe es personal pero nunca individualista, y la fe siempre está llena de esperanza. Cuidado con la fe que se queda en lo espectacular… Recordemos que Elías lo descubre en la brisa suave.


A las cuatro de la tarde, hora ya clásica en RCCE, empezaba la alabanza muy movida para evitar el sopor de la comida y del sueño. El grupo numerosísimo de jóvenes, ¡Gloria a Dios!, hacía que se moviera todo el Auditorio. ¡Qué don más bonito ver a tantos hermanos de todas las edades cantando, alzando los brazos y alabando al Rey de reyes!
jovenesAsí nos dispusimos para la segunda enseñanza del P. Alberto. Tomó como modelo de fe a Moisés, siguiendo Ex 14 y Hb 11, 23-29. Para proclamar con valentía la Palabra no hay que temer. Hay una diferencia esencial entre un no creyente y un creyente ante una situación adversa. El primero suele maldecir y renegar. El creyente ha de seguir el itinerario propuesto por Moisés a los israelitas al verse acorralados entre el ejército del Faraón y el Mar Rojo: No temáis; estad firmes y veréis la victoria que el Señor os va a conceder hoy […]. El Señor peleará por vosotros; vosotros esperad tranquilos (Ex 14, 13-14). Esos cinco pasos definen la verdadera actitud creyente.
Tras descansar, celebramos la Eucaristía presidida por el P. Pablo Ormazabal, asesor diocesano de la RCCE en Alcalá de Henares, haciendo Memoria de Santa María Goretti. Damos gracias a Dios por el gran número de sacerdotes que estuvieron presentes durante toda la Asamblea. La Palabra proclamada nos dejó estas frases: Enviaré hambre, no de pan, sino de escuchar la Palabra del Señor (Am 8, 11) o No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificios (Mt 9, 12s).
El sábado 7 comenzamos con alabanza y testimonios. El aforo iba llenándose y también crecía en intensidad la oración. Nos preparamos para la tercera enseñanza del P. Linero, en la que siguió enunciando las actitudes para evangelizar con valentía. Lo presentó con el leproso anónimo de Mc 1, 40-45: un marginado de la comunidad y excluido de la relación con Dios por el pecado. Se le acerca un leproso, suplicándole de rodillas: “Si quieres, puedes limpiarme”. Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero, queda limpio” (Mc 1, 40-41). Cuatro actitudes: acércate a Él; adórale; reconoce su Voluntad y su Poder. Dios se compadece de ti y hace maravillas.
Después del descanso, en los que se tenía la oportunidad para la oración de intercesión y las confesiones, celebramos la Eucaristía haciendo Memoria de la Virgen María siendo presidida por el P. Eduardo Toraño, Asesor Nacional de la RCCE. Seguimos leyendo el libro de Amós, explicando el P. Eduardo las “chozas” en las que construimos nuestra vida. El evangelio de Mateo nos decía que no podemos estar de luto cuando el novio-esposo, el Señor, está con nosotros. Se notaba por la alegría de la celebración y por un bello canto que ha sido el hilo conductor de las celebraciones: “Quién nos separará de tu Amor, Inmenso Amor, oh Dios”.
testimoniosLa tarde comenzó con la alabanza muy participativa siendo un gran momento de unción. El P. Alberto nos regaló su cuarta y última enseñanza que centró en el ciego Bartimeo: Mc 10, 46-52. Se nos muestra la fe, de cara a la evangelización, con siete características muy especiales: la experiencia de fe parte de reconocer la necesidad esencial de Jesús desde la aceptación de lo que cada uno somos: Hijo de David, Jesús; clamar, pedir ayuda al Señor: ten compasión de mí; aceptar que la fe va creciendo progresivamente: gritaba más; superar obstáculos y a los “dificilitadores”: lo increpaban para que se callara… pero gritó más fuerte; abandonarse en Jesús: soltó el manto (su tesoro, su seguridad), dio un salto (¡un ciego!) y se acercó a Jesús; una fe que clarifica los propios motivos: ¿Qué quieres que haga por ti?” porque muchos piden lo que no necesitan y, por último, tomar decisiones radicales y valientes: y lo seguía por el camino. Así podremos proclamar su Palabra con valentía.
Al final de la tarde, vivimos uno de los momentos más importantes de la Asamblea: Alabanza y Adoración, con oración de Sanación física e interior. El Ministerio Nacional de Alabanza condujo la primera parte con inmenso amor y con una preciosa danza hasta que vimos a Jesucristo Sacramentado entrar en el Auditorio. ¡Inolvidable! Todo un pueblo de 2.000 personas con el corazón, la mente, los labios en el canto a su Señor. ¡Un pueblo arrodillado ante Dios! La Adoración fue seguida de la oración de sanación que dirigió el P. Alberto. Fue una oración muy ungida. Sólo Dios sabe lo que pasó. A Él damos toda Gloria y Honor.
La mañana del domingo 8 fue el broche de oro a este encuentro, ya con la presencia de los niños al haber concluido su I Asamblea Nacional. Tras la alabanza, avisos y agradecimientos, se celebró la Eucaristía presidida por el P. Linero. La Palabra nos llevaba a vivir el profetismo, encajando perfectamente con el lema de la Asamblea, aun sabiendo que los profetas que anuncian con valentía la Palabra pueden ser despreciados en su tierra y casa (Ez 2, 2-5 y Mc 6, 1-6) pero, como nos recordaba la 2 Co 12, 9, Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Fue precioso el momento de orar todos con las manos alzadas, como niños, el Padrenuestro a nuestro Dios que nos guarda en su corazón. El Coordinador Nacional, Rodrigo
linero2Bello, despidió la Asamblea. En sus palabras nos recordó que debemos vivir desinstalados de lo que somos y de nuestras cosas para que sólo Dios gobierne nuestras vidas, Y, en segundo lugar, nos recordó la importancia de la Carta Apostólica de Benedicto XVI Porta fidei, en cuyo n. 1 se nos dice: La puerta de la fe (cf. Hch. 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Un hermoso deseo y compromiso para que lo vivamos personalmente y en cada uno de nuestros grupos de RCCE. Demos gracias a Dios por estos días de gracia: al P. Alberto Linero, al MNA, al Equipo Nacional y a todos, uno a uno, que hicieron de este Encuentro una experiencia alegre y profunda de la Misericordia de Dios. Nos corresponde ahora salir y anunciar lo que hemos visto y oído con valentía.
Crónica de la XXXIV Asamblea Nacional de la RCCE
P. Francisco J. Ramíerez (Revista Nuevo Pentecostés, nº 142)

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