“Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
Orar no es lo que nosotros hacemos, es lo que nos ocurre cuando nos ponemos delante de Dios. La semilla del sembrador da fruto cuando es recogida en los sótanos de nuestro interior, en el secreto y la conciencia más honda de nuestra personalidad, donde todo parece débil, pero todo es verdadero, se queda y produce fruto. Orar es RECIBIR la presencia de Dios en el hondón de la persona. (Ayudar y aprovechar a otros muchos-A.Guillén, P.Alonso, D.Mollá)
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