Hace unas semanas, cuando hablábamos sobre el fetiche del poder político, terminamos con unas palabras de Francisco, que invitan a construir comunidad y constituyen una llamada a tejer un mundo en común. Esto es algo que sólo se puede construir desde un cambio de lugar de partida desde el que nos enfrentamos a esta tarea. No podemos seguir creyendo en la ilusión del individualismo. No es posible comenzar a pensar lo común y llegar a tejer y trenzar un proyecto común, desde una posición primigenia de individuos dispuestos a ceder sólo una parte de esa individualidad para generar un paraguas que da cobijo a esas individualidades.
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