Por Santiago Riesco Pérez
Ignacio Segura Madico, vecino de Jaén
Ignacio nació en Bilbao hace 51 años. Lo adoptó un matrimonio andaluz y, siendo aún bebé, su padre los abandonó. A los 13 años comenzó a perder la vista y a los 46 se quedó ciego total. Ha vendido el cupón por los bares de Jaén durante casi dos décadas, hasta que se cayó en una arqueta y se rompió la tibia, el peroné y el astrágalo. Esto anticipó su jubilación por incapacidad. Hace unos meses falleció su madre, Eloísa, por una posible negligencia médica. Ignacio no guarda rencor. Es católico «por convicción».
¿Cómo ha vivido desde la fe el proceso de su pérdida de vista?
Como una cosa normal. No me he agobiado. No he ido a Fátima ni a Lourdes… Siempre me he dicho: «Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy» [Se ríe. No dejará de sonreír durante toda la entrevista]. Además, en España, ser ciego es un lujo. Gracias a la ONCE no nos ven como discapacitados sino como personas con discapacidad.
Dice usted que su deporte favorito era «hacer amigos fieles y ayudar a los demás» ¿Cómo lo practica?
Es un deporte de alto riesgo [reímos juntos]. Lo practico con las personas que se acercan. Si puedo echar una mano, la echo. Procuro estar de servicio las 24 horas.
Acláreme una cosa. ¿Qué es CECO?
Son las siglas de Ciegos Españoles Católicos.
¿Y la O del final?
La O es de regalo, para que no suene tan mal [más risas]. En España somos 395 socios. La asociación la fundó Luis García Martínez de Aguirre hace 25 años, en Zaragoza. El 28 de noviembre la ONCE emitió un cupón conmemorativo.
Me consta que es usted un miembro muy activo.
Actualmente soy el presidente y, como estoy jubilado y soltero [lo enfatiza con mucha guasa], me dedico a apoyar a los grupos CECO y a inyectarles un poco de oxígeno. La semana pasada estuve en Sevilla y ahora voy hacia Zaragoza. Estoy a su servicio al cien por cien. Y también participo de FIDACA, que es la Federación Internacional de Asociaciones de Ciegos Católicos.
Además del tiempo que le dedica a CECO usted escribe libros, da conferencias, colabora en medios de comunicación católicos…
La mayor parte de mi tiempo es cierto que lo dedico a CECO, pero también colaboro con otras asociaciones. Me gusta mucho la música, el teatro, la lectura… Todo lo que tenga que ver con la cultura. He publicado dos libritos, uno sobre el beato Lolo en la editorial Credo, titulado Meditaciones ante el sillón de ruedas, y otro en Edelvives con el título Una Iglesia sin barreras en el amor. El tercero está casi acabado y serán cuentecitos para pensar y meditar.
¿Cómo se relaciona con Dios? ¿Tiene algún secreto para estar más cerca de él?
Me relaciono con Dios a través de los demás, que es la relación más directa. El sagrario también es muy importante. Si hacemos caso a lo que Dios nos dijo, es en las personas donde le encontramos. Si no se complementan los sacramentos con estar con los demás…, eso es ser un cristiano de banco, un calienta bancos. Vas el domingo, calientas el banco y te vas.
En la exhortación Gaudete et exultate (Alegraos y regocijaos) el Papa dice que «el santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor», y que «sin perder el realismo ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado». ¿Qué le parece?
Que el católico tiene que ser una persona alegre. Nos lo pide el Papa, nos lo piden los santos padres, nos lo pide Jesús, ¡nos lo piden todos! [más risas]. No podemos ser unos pimientos amargados porque entonces expulsamos de nuestro lado a las personas. El cristiano tiene que vivir su fe con alegría. Puede parecer una contradicción si tenemos en cuenta que el símbolo más importante de nuestra fe es la cruz, y la cruz significa dolor, sufrimiento, martirio…, pero no lo es.
¿Se considera un santo?
No me considero un santo, me considero una persona bendecida por Dios porque mi pérdida de vista me hace acercarme más a Él. Y no por una oblación o a través de la Eucaristía, sino a través de los demás [sonríe muy serio].