Desde que se produjeron los atentados terroristas del pasado 13 de noviembre en París ni uno solo de los jefes de Estado y Gobierno de los países de la UE ha sido capaz de mantener abiertamente un discurso favorable a la acogida de desplazados procedentes de países islámicos y muy particularmente de Siria. El eslogan “Refugees Welcome” ha dejado de ser una carta de presentación para la mayoría de políticos desde mucho antes de los atentados y en la actualidad es la gestión fronteriza y policial encaminada a impedir que lleguen más desplazados y retornar a todos aquellos que sea posible, la principal prioridad no sólo de la Comisión Europea, sino también de sus estados miembros desde la última reunión del Consejo Europeo de septiembre.
Este cambio de tendencia ha venido acompañado de un “apagón informativo”. Es una realidad constatable que desde principios de octubre ya no se ven tantas imágenes de pateras abarrotadas o de comitivas de desplazados. Los seis niños sirios muertos por ahogamiento a finales de noviembre al intentar llegar a la isla griega de Kos no han merecido ni mucho menos la atención mediática que recibió, tres meses antes, el niño Aylán Kurdi muerto en las mismas circunstancias. La zancadilla que propinó la periodista húngara Petra Laszlo a los refugiados sirios que escapaban de un control policial el pasado mes de septiembre y que escandalizó al mundo entero ha venido sucedida de otras zancadillas, éstas de carácter político, legislativo y de comunicación que violan igualmente los derechos humanos de los desplazados y de las que nadie se escandaliza.
Un ejemplo de “zancadilla” es el modo en que la Comisión Europea ha manejado su reciente Informe de Progreso sobre Turquía. Dicho informe, cuyo contenido denunciaba el deterioro del respeto por el Estado de Derecho y la protección de los derechos fundamentales por parte del Gobierno de ese país , fue intencionadamente demorado y no se publicó hasta después de celebradas las elecciones turcas para no afectar negativamente a la reelección de Tayib Erdogan y de este modo favorecer un acuerdo para gestionar los flujos de desplazados dado que Turquía, que ya alberga en su territorio a 2 millones y medio de desplazados sirios, es también ruta hacia la UE de miles de afganos y paquistaníes. Mediante el acuerdo con la UE el país acepta convertirse en un tapón para los flujos migratorios salientes hacia la UE al tiempo que permite recibir en su territorio a todas aquellas personas que sean expulsadas desde los países de la UE. En declaraciones del primer ministro holandés Mark Rutte recogidas por el diario Euobserver: “Siempre es más barato reasentarlos en Turquía que tenerlos aquí. Además es más fácil para ellos regresar a Siria desde Turquía”. El coste de esta zancadilla es ni más ni menos que de tres mil millones de euros. El coste en violaciones de derechos humanos puede ser incalculable.
Otro ejemplo es la pérdida de pudor de numerosos responsables políticos a la hora de vincular a los desplazados con presuntos terroristas o delincuentes. De nada sirvieron las advertencias del presidente de la Comisión dos días después del atentado de París de que no se mezclara el terrorismo con los desplazados de Oriente Medio que huyen de la misma violencia terrorista. En una reciente entrevista al primer ministro francés Manuel Valls, éste no dudaba en afirmar que “la opinión pública es testigo de que al menos dos de los terroristas de París entraron mezclados con los solicitantes de asilo”, mientras que el presidente checo Milos Zeman declaraba abiertamente en otra entrevista que “el peligro había llegado a nuestras fronteras” y que “es falso afirmar que no existían vínculos entre migración y terrorismo porque ello significaría tanto como admitir que los flujos de inmigrantes no incluyen potenciales yihadistas”. Estos y otros argumentos no hacen sino avivar el fuego de los fundamentalismos políticos y religiosos poniendo así en peligro la Europa de los Derechos y las Libertades.
En este tiempo de turbulencias y confusión en el que se está sembrando tanto miedo es preciso cultivar una lucidez responsable y comprometida para preservar la cultura de los derechos y las libertades de la ciudadanía. Unos derechos que no se pueden entender sin el respeto exquisito a la dignidad de aquellos que piden asilo en nuestras fronteras. No podemos permitir que la Unión Europea se convierta en un reducto defensivo contra nadie. Europa es y debe seguir siendo, espacio de posibilidad y de futuro.
Emilio José Gómez Ciriano
Responsable de Derechos Humanos CG Justicia y Paz