La Asociación Católica de Propagandistas, organizadora de los Congresos Católicos y Vida Pública, al término del Decimoquinto dedicado a ESPAÑA: RAZONES PARA LA ESPERANZA,
MANIFIESTA:
Este XV Congreso ha querido poner de relieve las razones y motivos que sostienen e impulsan una verdadera esperanza para España a pesar de las circunstancias, actitudes y presagios que parecen sembrar en muchos el desaliento. Nuestra atención a la presente realidad de España se ha extendido además necesariamente al contexto europeo y mundial en que ésta se inserta, pues no caben hoy consideraciones ni soluciones aisladas. Las sesiones generales y las numerosas mesas redondas han ofrecido, en efecto, el análisis de decisivos ámbitos de la actual realidad española desde una perspectiva global.
Frente a quienes consideran que el objetivo primero, cuando no exclusivo, de toda política en este momento es superar la crisis económica, sin referencia ética alguna, el Congreso ha querido poner el acento en las raíces y efectos morales de semejante crisis. Y, en consonancia con esta visión más profunda de la realidad, propugna una política que esté guiada por una verdadera antropología integral, al servicio del bien común.
Asimismo el Congreso nos ha recordado con especial énfasis que esa política integral es algo que nos incumbe a todos los ciudadanos, según sus circunstancias y capacidades, y de modo especial ha subrayado el carácter ineludible del compromiso político al que hemos de sentirnos muy directamente llamados los católicos, compromiso que podemos y debemos hacer realidad por muy diversos cauces.
El Congreso se ha hecho eco de la necesidad amplia y hondamente sentida por todos de revitalizar la sociedad mediante una profunda regeneración intelectual y moral.
- Esta regeneración ha de llevarse a cabo en los más diversos campos de actividad y de modo muy especial en las mismas estructuras políticas institucionales a todos los niveles.
- Esta regeneración supone el compromiso con la verdad en todas las instancias y particularmente en los medios de comunicación.
- Esta regeneración supone asimismo un compromiso con la Justicia y lleva consigo la exigencia de profundas reformas de su Administración.
Especial atención han merecido al Congreso instituciones que son los verdaderos pilares de
una sociedad sana: el matrimonio como unión indisoluble de un hombre y una mujer y la familia,
así como la Educación y la Cultura a las que ningún servicio mejor pueden prestar los poderes
públicos que el de asegurarles libertad y medios para ejercerla sin intromisiones ideológicas
manipuladoras. En continuidad con todos los anteriores, este Congreso ha hecho asimismo la más
incondicional defensa de la dignidad de toda persona y del derecho de cada una a su vida desde el
primer instante de su concepción hasta la muerte natural.
Este Congreso ha sido especialmente sensible a fenómenos y problemas políticos y
culturales relativos a la misma estructura constitucional y territorial de España y ha acogido con
especial relieve un profundo y positivo debate entre destacadas personalidades sobre las
cuestiones que al respecto se plantean “aquí y ahora”.
El Congreso ha buscado y expuesto las razones objetivas que en la España de hoy podemos
encontrar para la esperanza y, al mismo tiempo, a través de testimonios vivos, ha puesto de relieve
que el principal motivo de esperanza es precisamente la fe, el empeño, la esperanza que cada uno
puede y debe hacer fructificar en y desde sí mismo e irradiar sobre los demás. La fuerza de esta
personal esperanza no es menos objetiva y sí más efectiva que los válidos y apreciables datos
externos que las estadísticas pueden aportar.
En esta tarea de renovación, de impulsos a la esperanza, los católicos y, muy en particular,
los laicos han de actuar como verdadero fermento de una sociedad más justa y fraternal. Y en
primer lugar los jóvenes cuya presencia en nuestros Congresos se hace cada vez más amplia, más
visible, más alegre, más esperanzadora, más creadora, más fértil… Tal como el Papa Francisco nos
repite, no podemos dejarnos arrebatar la esperanza y ni los ancianos ni los jóvenes pueden aceptar
el “descarte” que de ellos quiere hacer la dinámica de un sistema económico global
deshumanizado.
Los católicos no podemos dejar de ofrecer nuestra razón más profunda para la esperanza
que es precisamente esa sólida esperanza que, sustentada en la fe y alimentada por la caridad, el
amor, tenemos grabada en nuestro ser cristiano.
Las circunstancias ante las que tantos pueden sentirse desalentados son, desde la
perspectiva cristiana siempre joven, una tarea, una misión, un proyecto, un empeño, una aventura
subyugante: la de quienes no pierden el tiempo en añorar el pasado o en llorar sobre el presente
sino que, llenos de impulso juvenil, se enfrentan con gozo a todo un mundo al que podemos y
debemos ofrecer la gran esperanza verdaderamente fiable que es Cristo mismo.
A eso estamos llamados. Hoy: en este Año de la Fe.
Madrid, domingo 17 de noviembre de 2013.